PARA QUÉ SIRVEN LAS EMOCIONES
Existen emociones básicas y emociones complejas. Las emociones básicas son aquellas que podemos encontrar en todas las culturas o sociedades, sea cual sea el lugar del mundo en el que se encuentren, mientras que las emociones complejas o también llamadas sociales, pueden entenderse como una combinación de las emociones básicas y existen en unas sociedades y no en otras.
Por tanto, dado que las emociones básicas se han mantenido desde los inicios del hombre hasta nuestros días, sin sufrir apenas variaciones, ha de ser debido a sus importantes aportaciones a la adaptación del ser humano a las dificultades. Las emociones contribuyen de forma importante a la lucha por superar la adversidad, por conseguir el ansiado bienestar, y así, conquistar la felicidad.
Esta puede ser una buena forma de empezar a educar en emociones y estimular el desarrollo de la inteligencia emocional que necesitarán nuestros menores para tener éxito en la vida adulta. Enseñar cuáles son las emociones básicas y para qué sirven, es decir, qué utilidad tienen, puede ser el mejor principio.
Podemos encontrar cierto consenso entre los principales expertos e investigadores sobre emociones, en que son seis las emociones básicas o universales: miedo, alegría, sorpresa, ira, tristeza y asco. Conviene tener en cuenta que existe una importante diferencia entre emoción y sentimiento, ya que al hablar de sentimiento nos referimos a la experiencia subjetiva de cada persona en relación a sus propias emociones, y estas experiencias pueden, obviamente, ser muy diferentes de unas personas a otras.
- El miedo es una de las emociones que más ha contribuido a la supervivencia de los animales y de los humanos. Es una emoción que permite que nuestro cuerpo reaccione frente a los peligros optimizando nuestros recursos y preparándonos para huir del peligro o luchar contra él, de ahí que se le llame respuesta de lucha o huida.
- La alegría es una emoción que aparece ya en los primeros meses de vida, y tiene la función de conseguir el afecto y atención de los progenitores o cuidadores, para así mejorar las posibilidades de supervivencia.
- La tristeza está relacionada con la pérdida de lo deseado o con nuestro fracaso en alcanzar objetivos, mostrar tristeza o abatimiento nos procura consuelo de los demás, y motivación para superarlo.
- El asco, una emoción de lo más desagradable, que sin embargo, nos protege de comer alimentos en mal estado y por tanto de morir envenenados. La sensación de asco nos aleja del objeto que nos lo produce, optimizando nuestras posibilidades de mantener un buen estado de salud.
- La sorpresa es una respuesta fisiológica que nos predispone a la acción orientándonos hacia aquello inesperado y posibilitando que elijamos la mejor respuesta posible para esas nuevas circunstancias.
- La ira, como emoción primaria, puede ser matizada o evolucionar hacia otras muchas emociones secundarias como el enfado, el resentimiento o rencor, el desprecio, la indignación o la hostilidad. Su función como emoción universal, vuelve a ser la protección y la supervivencia, provocando una respuesta más o menos agresiva si alguien interfiere en la satisfacción de nuestras necesidades o en la consecución de nuestras metas u objetivos, de forma que se reduce la posibilidad de que esto ocurra, aumentando por tanto la supervivencia.
Hasta aquí una breve introducción al mundo de las emociones básicas y sus funciones, que al igual que las formas, conceptos o colores básicos podrían ser educados en la primera infancia. Una vez que estas emociones pueden ser identificadas con facilidad se podrán aprender estrategias que permitan regularlas y dosificarlas de forma que no interfieran en nuestra vida diaria. Un dato importante a tener en cuenta, es que a medida que las sociedades van evolucionando, la expresión de emociones va disminuyendo en intensidad y frecuencia, para, cada vez más, ser sólo verbalizadas, lo que permite un mejor control de las mismas. Sólo entonces se debe avanzar hacia el conocimiento de las emociones secundarias, aquellas que no están en todas las personas. Algunos ejemplos de emociones secundarias podrían ser el orgullo, la envidia, la ambición, los celos, la indignación, la desconfianza, la admiración, la preocupación, la vergüenza o la culpa.